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miércoles, 20 de abril de 2011

Critica de Quintin

Una película sin explotación étnica, sin mentiras y sin un argumento de ficción inflado y arbitrario. Esta es una película absolutamente seca, que no intenta nunca elevarse por encima de un proyecto modesto, preciso y firmemente sostenido en la coherencia. Al principio, uno se pregunta qué hace ahí, entre esos personajes que no son viejos, pero parecen resabios de una Argentina de hace por lo menos treinta años, el tiempo que dura la sedería donde las costumbres permanecen inalterables. Si el patrón es un amargo al que solo le gusta trabajar, los empleados son increíbles: el psicótico cantor, el jugador, el religioso, el aburrido. No hay nada moderno en ese ambiente, ni tampoco nada folclóricamente judío, a pesar del barrio y del apellido del dueño: otro de los méritos de la película es que no incurre nunca, como la de Burman, en el costumbrismo ni el cliché. Resulta realmente meritoria. Sin pretensiones, sin camelos, este nuevo caso de documental exhaustivo y serio se las arregla para hacernos ver que hay otras culturas en Buenos Aires, por fuera de la estridencia tinelliana y la monserga juvenilista. A su modo, lo que los hermanos Levy están mostrando es un modelo de resistencia, de fidelidad a uno mismo.

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